jueves, 14 de noviembre de 2013

Pequeña familia


Tengo dudas de como empezar a escribir esto, tiene pelotas en un periodista, pero vamos a intentarlo que hace mucho que no escribo.

Hay gente, y yo soy uno de ellos, que tenemos un sentimiento especial por la familia y los amigos (pero amigos, no colegas para tomar cubatas, que no es lo mismo), no lo llamaría dependencia porque me considero dependiente sólo de mi mismo, por ahora, pero sí un apego muy importante a tus familiares y a la gente de tu alrededor.

Cuando decidí venirme para Alemania en la balanza de pros y contras el contra más importante fue separarme de ellos, lo puse con mayúscula y en rojo, así bien grande. No me importaba, aunque acojonaba un poco, el idioma. Tampoco tener que trabajar de cualquier cosa, aunque sólo había currado en España de comercial o periodista, porque no se me caen los anillos como sabéis la mayoría de vosotros.

Tuve la suerte de aterrizar conociendo a cuatro grandes personas en Nuremberg a los que les debo casi todo en ese momento de adaptación. No hay palabras para agradecerle a Dani, Lourdes, War y Adrienne lo que hicieron por mi al principio, tener que aguantar a un gollum durmiendo en sus salones, sacarme las castañas del fuego, acompañarme como a un niño de seis años a hacer las cosas... Todo me lo hicieron fácil.

Poco a poco fue pasando el tiempo, con muchas ganas de volver a casa, pero sabiendo que esa no era la solución y siguieron apareciendo seres en mi vida aquí. GENTE con mayúsculas. Desde el principio apareció un gallego, algo cabrón, pero una ONG con patas. También uno de Cartagena que, aunque al principio no le cogía el teléfono, se convirtió en un amigo. Un líder propenso a intentar entrar en discotecas de una manera rara y preguntarse porqué no lo dejaban. Un hipster que me quería pegar. Una tenor alemana que nunca quiere cantar para nosotros. Un madrileño ingeniero con el que tengo una complicidad brutal.

Otros volvieron a casa, como ese cordobés que me encontró curro, casa y porque no tuvo tiempo para encontrarme parienta, o uno de Almendralejo que consiguió un hito que creo que nadie ha conseguido, encontrar desde Alemania un trabajo en CÁDIZ!! Si, como leeis, en CÁDIZ!!!

Poco a poco se fue formando una familia. Que está siempre ahí aunque no nos veamos en un mes (gallego, deja de hibernar). Llevar aquí dos meses, pasar las navidades y que dos personas te inviten a la cena de Navidad en sus casa me dejó impactado.

Después fueron llegando más personas. La familia se hacía más grande. En enero empecé los cursos y quien cojones me iba a decir a mi que coincidiría en clase con dos supercracks de Vejer...y que estuviera en la academia un gaditano (que estamos por todos lados), un argentino que me roba el regalo de cumpleaños...

Y siguieron sumándose personas de las que sólo aportan y no restan nada. La alérgica a la lactosa y su hermano, ese hombre que me hizo sufrir pero me puso la espalda en su sitio. Una maña que sólo con su sonrisa es capaz de alegrarte el día (busca curro y sal del boquete ya, hombre), mucha gente que consiguen que no piense en volver a casa todas las semanas como pasaba antes.

Después apareció un ángel con las orejas graciosas. La mejor compañera de piso que se puede tener (Carlos no te pongas celoso que Vanessa está más buena). Sólo llevamos un mes y medio viviendo juntos y es brutal como hemos conectado, cómo nos llevamos, como te hace la vida más fácil, la complicidad que tenemos, como nos ayudamos (ayer estuvimos hasta las 2.30 hablando de nuestras mierdas). Me alegro de que haya aparecido y me ha hecho prometer que no me iré de aquí en los próximos tres años hasta que acabe la carrera, yo soy de cumplir promesas, pero a ver...

En definitiva, que estoy mucho mejor, más animado desde hace meses y no tengo ganas de perder a esta gente de vista porque se han convertido en mi pequeña familia. No quiero dejar de tomarme un café en casa los viernes con el gallego. No quiero que el madrileño y la maña se vengan a los lunes (que ya son martes, miércoles, o cualquier día) gastronómicos. No tengo ganas de que acabe eso de esperar al de Cartagena en el Dubliner y llegue con dos horas de retraso = unas cuantas birras. No me apetece dejar de ir a comer a casa de Dani y Lourdes o del War y Adri.

Vamos, que muchas gracias por todo, malditos.

Se os quiere, pero sólo un poco, no os vengáis ahora arriba.