lunes, 9 de abril de 2018

Me subyugan las alcaparras


Aquí en este blog os he hablado de varias personas de mi familia. De mi padre, de mi madre, hermanos, de mi "hermanita" Vanessa y demás. Siempre pienso que me dejo a otros y, bueno, como esto lo publico cuando me apetece y pueden pasar años sin escribir nada pues hoy os quiero hablar de mi tio Fernando.
Él es hermano de mi padre que, como muchos sabéis, se fue muy muy temprano. Desde ese momento, mi madre tuvo siempre el apoyo de mis familiares y, entre ellos, mi tio Fernando.
Es maestro y, además de enseñar a sus alumnos, nos ha enseñado a sus sobrinos muchas cosas, muchas lecciones de vida. Me consta que mi madre, cuando mi hermano Fernan y yo eran unos cabrones, que lo fuimos, hablaba mucho con él para que, a su vez, él hablara con nosotros. ¿Porqué? Os preguntaréis muchos. Porque ambos le teníamos (y tenemos) un respeto brutal hacia él y su figura.
Él hablaba con nosotros, conocedor de las mierdas que le rondan por la cabeza a los chavales (lleva mil años viviendo con eso), y él nos llamaba. Hablaba con nosotros, siempre con el mismo tono de voz. Pausado. Tranquilo. Nos preguntaba. Nos explicaba. Nunca nos reprochaba. Nos aconsejaba. Con tranquilidad.
Siempre cuento la misma anécdota. Un año de esos malos llegaron las notas. No fueron las esperadas. Fueron mal. Tal y como llegó se las dije a mi madre. Al tiempo me dijo que llamara a mi tio Fernando y le dijera lo que había pasado. Pánico. Me costó mucho más decirle a mi tio que había suspendido (y sabía que no iba a caer bronca grande) que a mi madre. Para que os hagáis una idea del respeto.
Fueron pasando los años. Cuando me fui de Sevilla a Málaga a terminar la carrera uno de los momentos de oasis era irme a Fuengirola a pasar el finde y ver el fútbol en su casa. Porque sí, compartimos varias aficiones, el fútbol y la comida sobre todo. Esos findes en uno de los momentos más difíciles mi vida, aunque parezca una gilipollez, me daban la vida.
Os podría contar más conversaciones con él, se me quedará grabada una que tuve con él hace cuatro años tomando un cubata después del 90 cumpleaños de mi abuela pero, creo, que es demasiado íntima incluso para contarla yo publicamente (y mira que lo cuento casi todo).
La semana santa pasada organizó una nueva cena de primos en su casa. No os imaginais lo que me jodió no poder estar. Hice una videollamada, verlos a todos allí y mi sitio en la mesa, junto a él, sin yo estar me fastidió tela.
Ultimamente ha tenido algunas mierdas con los hijos de puta de su ex colegio (se arrepentirán) y ayer hablé con él y estaba algo encabronado (por otros temas) pero lo que vengo a intentar contar aquí es que es un ejemplo para mi (y me consta que para el resto de primos) y que echo mucho de menos verlo más a menudo, pero es ley de vida.
Hoy, con 37 años y canas en los huevos, me produce el mismo respeto a la vez que la misma complicidad con él y, que queréis que os diga, eso me fascina.
Bueno, tito, que si lo has leido, que te quiero tela y estoy deseando verte.

PD: Si queréis aprender con EL MEJOR, recordad, http://www.academiafuengirola.com/

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